HISTORIA DE UN HOMBRE QUE SE ENAMORÓ, ENTREGÓ Y AL FINAL NO SE SABE QUE FUE LO QUE SUCEDIÓ.
Había emociones, pero no sentimientos. Esos, son algo que dejo tiempo atrás, fue un robo, una persona se los llevó.
La dueña de su vida en una noche de complot lo confiscó, y un instinto de desesperación invadió los agujeros de su mente, esos hoyos negros que se abren y dejan huecos.
Una mañana este hombre despertó, simplemente sollozó. Lloró a lágrima abierta en medio de su pesar, platicando al tiempo y silencio su pena logró ahogar, como un violento resplandor que lo hizo alzar.
“¡Oh, señor!, ¿porqué perder la razón por una pasión?
¿Qué sollozo yo?, ¡si tú me has visto peor!
¿Qué reclamo, dime por favor, qué reclamo?
¿Qué miro, qué pienso, a quién amo?, si esto es más complicado.
No son matemáticas, no es filosofía,
Es un sentimiento que se ha vuelto melancolía.
Es una razón, es mi declaración,
Lo más sutil de mi pasión, la voz de mi corazón.”
A grito y manotazo, así logró desahogarse, huyendo corriendo logró perpetuarse y del cielo lágrimas cayeron, y del cielo luces se encendieron, siguieron su luto, siguieron sin rumbo, volando, cabalgando sin triunfos.
“¡No me obligues a seguir!,
¡No me pidas desistir!”
Pero él no lo escucho, y en un descuido, a un mundo nuevo lo transportó. Una gran travesía le impidió envejecer y con esperanza y fe se logró convencer, un siglo pasó y el viaje terminó, el tiempo nadó con el metabolismo, jóvenes nacieron, mujeres emergieron, en la bruma, en el césped, en la Vía Láctea siempre convivieron.
“Eres mi inspiración, yo que fui un simple mortal, escribo a diario mi historia tratando de encontrar la mentira evidente de una alucinación sideral, ancestral como tú y yo, reina de la noche y dueño del trono del sol.”
Algunos sostienen que su vida fue fatal, pero muchos otros afirman que de ese momento en adelante fue mejor, transmigró y no se ocultó, y en aquel viaje un nuevo amor le susurró, sin nostalgia, sin tristeza, con vida y alegría, suspicacia y sin malicia nuevamente se entregó, entonces él lo tomó, y en una noche de pasión, esos dos seres viajaron al sol, la luna simplemente los observó y de envidia lloró, porque el amor que demostraron se fundió, en la tierra los colibríes injertaron, el cenzontle canto y el ruiseñor a la par de las notas se les unió, las flores nacieron, el agua se elevó, las piedra corrieron, los animales vivieron, la naturaleza en sublime armonía se coronó después de aquel glorioso momento.
“El estar enamorado, puede ser lo mejor que me ha pasado, te miro de negro, y te desnudo con mi aliento, inician las miradas y una falda resbala, la blusa nos estorba y la camisa desabotonas, me observas, te veo, acaricias mi cuerpo y me dejas perplejo, retiro con malicia el cabello de tu rostro, veo ingrávido tu cuerpo y me exito al momento, sonríes yo me evaporo, cierras los ojos y mojas mi pecho, me besas y yo te quiero, muerdes mi oreja y más me acerco, tomo tus senos salen los destellos, bajo mi mano y tu retuerces el cuerpo y en ese movimiento llego al monte de venus, nervioso, sudoroso, enamorado, “¡oh! bendita Beatriz”, así susurro tu nombre y penetro tu cuerpo y tu de arriba abajo te mueves, de pronto un rasguño marca el tiempo ¡ah! Mi quijote, mi Dante, mi Ulises, mi Homero si esto fuera eterno con gusto muero”.
Fueron sus últimas palabras, ambos perecieron, el amor fue tan grande que del sol nunca volvieron. A diario me levanto, finiquito el cielo, veo sus colores y en ellos pienso, ¡ah! Esta es la historia de un hombre que se enamoró, entregó y al final no se sabe que fue lo que sucedió.